En la historia de Robert Louis Stevenson sobre
una tormenta, describe un barco atrapado en una
costa rocosa, en el cual, la vida de todos los que
iban a bordo estaba en peligro. Uno de los pasajeros,
aterrado, logró llegar al puente de mando,
en donde el timonel se movía bruscamente de un
lado al otro, en su puesto, con las manos en el
timón, moviendo poco a poco el barco hacia mar
abierto. El timonel le sonrió al hombre, quien,
entonces, se apresuró a regresar a la cubierta inferior
gritando: "Vi el rostro del timonel y me
sonrió. Todo está bien". Ver ese rostro sonriente les
disipó el temor, y convirtió la desesperación en
esperanza.4
Sí, debemos acercarnos al Señor para verlo, en lugar de ver
nuestro dolor. Es en Su presencia donde la sanidad llega y
donde experimentamos plenitud de gozo (véase Salmos
16:11).
Libro:Digale a su corazon que palpite de nuevo.Dutch Sheets
miércoles, 17 de agosto de 2011
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